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Víctor Sevilla: “Tenemos un sistema de salud desde los privilegios”

Víctor Hugo Sevilla
Riobamba, 1955

Víctor Hugo Sevilla Llaguno nació en Riobamba el 24 de abril de 1955. Tiene una maestría en políticas públicas en la Flacso y otra en biología molecular en la Universidad de Guayaquil, también un posgrado en bioquímica clínica por la Universidad Central de Rosario, Argentina. Es médico patólogo clínico, uno de los pioneros en el país en esta área de la Medicina. Ha sido director metropolitano de Salud, gerente del Hospital Eugenio Espejo, director del Banco de Sangre de la Cruz Roja de Guayaquil, director del Hospital del Puyo. Vicepresidente latinoamericano de la Sociedad de Patología Clínica y presidente de la Sociedad de Patología Clínica del Ecuador. Tiene más de 40 años de carrera profesional y es uno de los más respetados profesionales en temas de diagnóstico clínico.

Es un laboratorio clínico en medio del coronavirus. Varias personas hacen fila para hacerse pruebas hasta la vereda de la avenida 6 de Diciembre, a pocos metros del colegio Benalcázar, centro norte de Quito. La casa donde funciona el laboratorio está llena. Hay tensión en ese ambiente de intenso trajín, donde el personal vestido como astronauta dispone y cumple tareas: toma de muestras, entrega resultados, hace limpieza constante, vigila el uso de los equipos que están a tope. A través de las mascarillas, se respira el miedo. En medio del trajín, el doctor Víctor Hugo Sevilla, junto a su socia, Rosa Sevilla, organizan el trabajo entre las salas de máquinas, las áreas restringidas, la atención al público. 

La COVID-19 es una constante amenaza mortal y ellos lo saben más que nadie. Cada semana pasan por las pruebas respectivas, nada en esa casa puede contaminarse, ni nadie. Solo hay un espacio donde encuentra un poco de silencio: el nuevo espacio que están montando para la máquina de pruebas PCR que acaba de llegar. Ahí rememora cómo hace 40 años, él empezaba su vida profesional, la cual inició con el retorno a la democracia. Su transitar fue paralelo. Entonces estaba haciendo al medicatura rural, en El Carmen, Manabí, cuando el país empezó el proceso de retorno a la democracia para salir de nueve años de dictadura. Y se graduó un año después de que Roldós asumió la Presidencia. 

“No se han desarrollado medios democráticos de gobierno ni de vida. Hemos tenido gobiernos variables e inconsistentes en sus políticas. No somos un país democrático”

Él y sus colegas tenían mucha expectativa por el cambio. Jóvenes que tenían la esperanza en un nuevo país. Él y el país democrático iniciaban. Eso permite a Víctor Hugo Sevilla hacer ciertos paralelismos entre lo que él ha vivido como médico patólogo clínico y estos 40 años de democracia. En su trabajo, a inicios de la década de los 80, el procedimiento era manual en su totalidad, y el uso del laboratorio clínico como forma de diagnóstico tenía una incidencia mucho menor que ahora. Hizo un posgrado de bioquímica en Argentina y en su profesión vivió un acelerado proceso de automatización. Al volver al Ecuador instaló su laboratorio, fue el primer profesional que tuvo un analizador automático para bioquímica clínica. Trabajó en pruebas más centradas en la patología. Lo que sucede en el laboratorio, explica el doctor Sevilla es que se ha ido derivando hacia una puntualización extrema de la patología. No solamente hay que encontrar los signos de una dolencia sino las causas. Se puede no tener síntomas de COVID-19, pero lo que se busca es la presencia del virus. 

A inicios de los 80 había 14 patólogos clínicos en Quito y 32 en el país. En su proceso profesional, el trabajo del doctor Sevilla se fue especializando hacia la patología renal, que investiga las enfermedades de los riñones. Concibe a su profesión como el laboratorio de los vivos, que indaga hasta el mínimo detalle posible en la química del cuerpo para diagnosticar y salvar vidas. La patología clínica, dice Sevilla, es el contador de tu organismo, es lo que registra todos los cambios a través de los fluidos del cuerpo o sus tejidos. Sus herramientas son la microbiología, la hematología y la patología molecular. En la batalla contra el nuevo coronavirus, la patología clínica fue la vanguardia en la identificación y persecución de la pandemia. 

“Estábamos en una expectativa de cambio pleno, con absoluta inocencia. Ya no era un cambio de modo de gobierno, sino un cambio vital para el país”. Viéndolo así, fue la parte de mayor frustración para Víctor Hugo Sevilla. No solo que las cosas no cambiaron, sino que a su juicio empeoraron. “De la inocencia pasamos a la pornografía política, más allá del cinismo, más allá de la desestructuración de la ética”. Y el patólogo clínico, desde su especialidad, examina a la democracia. La biología hoy llega a un estado de singularidad extrema. Ya no se busca solo la estructura de los genes, sino los microsatélites, que son los que determinan los cambios que se dan en los genes. Esas micro diferencias marcan unos pequeños fragmentos en el genoma de una persona que terminan haciendo una diferencia. Así se sabe científicamente cómo es una persona singular en su estructura genética. Pero cuando nos vamos a la singularidad de la política, vemos que se ha acabado todo. Si no hay un contenido moral en la sociedad y una condición ética en lo político no tenemos nada que encontrar. Biológicamente, dice el doctor Sevilla, hemos podido llegar a lo más íntimo de la estructura del ser humano, “pero mire todos los velos que hay para conocer verdaderamente a un político de este país”. Así quisiera, este detective científico, que conoce todo lo que se pueda conocer sobre el ser humano como especie, no puede conocer por qué el político no piensa en el Ecuador como nación, en su familia, en su entorno. “Yo, desde lo biológico, sé que el ser humano se construye desde los microelementos que se relacionan entre sí para para hacer un ser; pero el político no construye nada que no sea desde su propio interés”, dice Sevilla. 

Un día, harto de las noticias que pintaban un Ecuador sin salida, dejó de ver el país. Se abstuvo de conocer más sobre el grado de descomposición y de miseria de la política ecuatoriana. Y para probarlo se remite a la propia crisis de la pandemia, en cuya gestión, dice ha quedado demostrada, nuevamente, la falta de compromiso del gobierno y de la política con su propio país. Lo decía porque, para atender los requerimientos de la lucha contra el coronavirus acababa de contratar a cuatro ecuatorianos graduados en Inglaterra en biología molecular, con altísimos niveles de capacitación, pero que estaban sin trabajo. Médicos ecuatorianos que estudiaron con becas en el exterior pero que no conseguían trabajo desde hace un año, en una especialidad esencial para el desarrollo científico ecuatoriano. Qué tan mal estuvo hecho ese programa de becas, como para que sus beneficiarios hayan estudiado en las mejores universidades y a su regreso no tengan acogida laboral en ninguna parte. Estos cuatro profesionales ni siquiera tienen una calificación como tales en el Ecuador, porque su actividad profesional no es reconocida por el Estado: biología molecular aplicada a la farmacología y al diagnóstico clínico. El ministerio de Salud no les registró su título… 

“La medicina en el país en estos 40 años, en mi área de patología clínica, ha tenido una evolución permanente, en equipos, reactivos y respuestas. Los cambios han sido dramáticos”

Con esto, el doctor Sevilla quiere mostrar que se trabaja en políticas públicas absolutamente desconectadas de la realidad. “No sabemos a dónde vamos”, dice. Ese es el principal problema: perder el camino del futuro, perder la posibilidad de encontrar un rumbo como sociedad. En el área de la Salud pública se aplica lo que Sevilla plantea: la democracia no ha servido para crear un sistema de salud digno para los ecuatorianos. Él considera que en estos 40 años en ningún momento el Ministerio de Salud Pública tuvo directrices claras para obtener un proceso transparente y democrático de gobernanza y organización del sistema. “No puede ser que hayamos terminado en un ministerio que no conozca la realidad del país, que no sepa ni tenga la suficiente estructura para enfrentar momentos como este, el de la epidemia, por ejemplo”. La salud pública debe ser una institución de la democracia, pero hemos caminado como país hacia un sistema de salud absolutamente burocratizado, un mundo que ha abandonado el interés por el paciente, por el médico y por la medicina, dice. El Ecuador, como sociedad, ha creado una medicina desde los privilegios, tenemos cubierta muy parcialmente la salud pública y eso crea gente con privilegios, y hay una decisión sobre gente que puede tener o no tener salud. 

Fotos: Luis Argüello
Este patólogo clínico nació a la Medicina con la transición democrática. Como si la examinara en su laboratorio, compara a la democracia con un organismo imperfecto e inacabado.