Thalía Delgado: “Me siento más segura como mujer trans”
Thalía Delgado
Manta, 1981
En los últimos 20 años, se han producido interesantes cambios en la mentalidad de la gente en Manta, la ciudad en donde Thalía Delgado ha vivido la mayor parte de su vida. Ahora ella siente que puede caminar tranquila por las calles y que la comunidad la acepta como profesional y emprendedora, algo que todavía era difícil en su adolescencia. Considera que buena parte de ese fenómeno es atribuible a la apertura que el régimen correista, a pesar de las cortapisas que impuso, tuvo para algunos aspectos relacionados con la diversidad sexual, en especial, para las personas transgénero, que pudieron hacer realidad algunas reivindicaciones sobre su identidad.
En su colegio, que era una secundaria fiscal y técnica de Manta, provincia de Manabí, enseñaban oficios relacionados con mecánica: suministros, electricidad, refrigeración, entre otros. La joven Thalía entonces era un chico, y aprendió con paciencia los oficios que sus profesores le enseñaban.Cables, tuercas, tornillos, artefactos, compresores, herramientas.
En su familia, su padre era pescador y su madre atendía el hogar. Ahí los roles, afirma, eran realmente tradicionales. Su padre era el proveedor del hogar y la madre, que provenía del campo manabita, se limitaba a administrar lo que el marido traía.
Thalía aprovechaba que el cerramiento del colegio estaba deteriorado y cuando los profesores del colegio fiscal no llegaban, se iba con sus amigas, para aprender el oficio que realmente le interesaba: la belleza.
“En ese momento no era una mujer trans, pero desde pequeña sabía que me gustaban las personas de mi mismo sexo”, dice Thalía, quien a los 19 años decidió convertirse en una mujer trans. “Siempre me gustó la ropa de mujer, y me sentía mucho más cómoda con ella”, dice, tras recordar que fue cuando ingresó a la Universidad cuando decidió “actuar de acuerdo con mis gustos y mis preferencias”.
“La comunidad LGBTI está acostumbrada a exigir pero a cambio no da nada”
Esta mujer manabita entendió desde muy pequeña cuál era su auténtica naturaleza, pero también comprendió pronto que debía tener su autonomía económica para lograr abrirse camino en la vida.
Como muchas mujeres trans, padeció en su momento por las violencias y el rechazo de la gente. Pero logró sobreponerse e insertarse como un miembro productivo de la sociedad, al vincularse al negocio de la belleza. Aprendió el oficio de la peluquería, recuerda desde su gabinete de belleza en un barrio de Manta, con gran facilidad. Acaso se le hizo más fácil que los cables, las tuercas, las herramientas del colegio técnico. Como si sus manos estuvieran destinadas a cortar y peinar. Y gracias a su oficio, pudo lograr su independencia económica que le llevaría a cambiar de género, destaca, con el apoyo y vigilancia de médicos que supervisaron su uso de hormonas y las transformaciones que realizó en su cuerpo, para que estuviera más cerca de lo que realmente se sentía ser.
Tras algunos años en Guayaquil, la mujer manabita volvió a su tierra, donde finalmente pudo establecerse y abrir su propio negocio, en donde se define como exitosa y con una clientela constante y fiel. “Empecé en la peluquería del barrio, luego pasé al Centro, y luego a un Centro Comercial. Siempre fui avanzando y buscando mejores oportunidades”. En Manta, en la primera década del siglo XXI, “las chicas trans solo salían en la noche”, dice, pero ahora reconoce que hay mayor tolerancia en la sociedad del puerto manabita.
Ello le llevó a matricularse en varias carreras en las universidades de Manta. Finalmente, se decidió por la Comunicación Social, carrera que terminó en la Universidad Laica Eloy Alfaro, una de las principales universidades estatales de su provincia. Durante doce años ha sido activista en su ciudad y actualmente dirige la oficina de la Organización Diálogo Diverso en esa ciudad de Manabí. Recuerda que en sus años de universidad no faltaron los decanos y profesores que se mostraban hostiles.
“Con Correa tuvimos una democracia muy participativa para los LGBTI, en especial, con la inclusión de la diversidad”

“Soy la primera mujer transexual en estudiar en una universidad pública” en Manabí, dice Thalía, quien menciona con frecuencia que el actual marco legal, resultado de los últimos diez años de correísmo, le ha permitido insertarse en la sociedad con mayor facilidad. “Me considero de las mejores en lo que hago, tanto en la belleza cuanto en la comunicación”, dice satisfecha de sí misma, mientras sus mascotas juegan en el sofá de su gabinete de belleza.
Su memoria política recuerda, con claridad, los últimos 20 años de la vida democrática. Y aunque confiesa que su vida no ha girado en torno de la política ni de los políticos, ha observado como ciudadana algunos de los sucesos recientes del Ecuador contemporáneo.
Como muchos ecuatorianos y ecuatorianas de todo el país, Thalía recuerda el impacto de la dolarización. “Hubo mucha gente que en Manabí se suicidó por el impacto de la crisis”, dice, en los momentos del congelamiento bancario de 1999 y la posterior dolarización del Ecuador. Las millonarias cantidades en sucre se volvieron pequeñas cifras en dólares, rememora.
Pero cuando a los 22 años empezó su primer negocio de belleza, Thalía entendió claramente el valor de la nueva moneda nacional, a la que se adaptó rápidamente, aunque reconoce que las personas mayores de su familia tuvieron algunas dificultades. Como la mayoría de ecuatorianos, miró desde lejos los conflictos armados con el Perú. Y aunque no recuerda los detalles, la idea central de aquel relato la tiene clara: el discurso del “enemigo del sur” que miraba con codicia el territorio ecuatoriano, llegó aún a su generación. Pero el conflicto centenario no estuvo, confiesa, entre sus prioridades en esa época.
“Los cambios son buenos, pero siempre cuestan. En lo personal, creo que la comunidad LBGTI ha sido favorecida en los últimas dos décadas”
Recuerda con claridad, en cambio, una reciente propuesta de un partido local que, en las últimas elecciones seccionales, le propuso que aceptara una candidatura como alterna de un concejal. Los políticos buscaron a varias chicas transexuales, en nombre de la inclusión, pero Thalía no aceptó, pues no se quiso sentir como una “tonta útil” de una lista sin posibilidades.
Para la joven transexual, la época de Correa fue positiva. “Con Correa tuvimos una democracia muy participativa para los LGBTI, en especial, con la inclusión de la diversidad”, dice. Recuerda de manera especial que durante el correísmo se permitió que las mujeres trans pudieran inscribir sus nombres y su género en las cédulas, lo cual destaca como una reivindicación en especial, de la comunidad trans. Thalía se muestra escéptica sobre las críticas al expresidente por su supuesta homofobia. Y sus razones son simples y contundentes: si realmente hubiera sido un homófobo, ningún avance se habría logrado para la comunidad trans. Tampoco se muestra especialmente partidaria del matrimonio igualitario, alineándose más bien con quienes creen que con la unión de hecho se han logrado importantes avances en igualdad. “La comunidad LGBTI está acostumbrada a exigir pero a cambio no da nada”, dice Thalía, quien reconoce que hay poca unidad en el colectivo del arcoiris sobre una agenda común.
Thalía Delgado destaca que, desde que tiene memoria política, en el Ecuador la gente se ha vuelto más tolerante y respetuosa con las personas de la diversidad sexual, aún en ciudades del interior del país como Manta. Pero, como muchos otros ecuatorianos, siente el desencanto que han dejado escándalos de corrupción y figuras políticas que han sembrado la decepción y la vergüenza. “Desde la Constitución de 2008 se han ampliado los derechos no solamente para mí sino para personas con discapacidad y de la tercera edad. Hay respeto para todos, aunque aún hay gente con mentes en retroceso. Los cambios son buenos, pero siempre cuestan. En lo personal, creo que la comunidad LBGTI ha sido favorecida en los últimas dos décadas”, concluye.