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Telmo Pacheco: El dolor transformado en una lucha democrática

Telmo Pacheco
Quito, 1948

Es un quiteño nacido en 1948. Tiene 72 años. Vive en el Centro Histórico de la capital desde que nació. Su familia tenía una tienda de abarrotes. Es un militar retirado, que no pudo graduarse de contador del colegio. Ingresó al equipo de fútbol de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE). Llegó al grado de sargento e instructor militar. Después de jubilarse, a los 40 años, se convirtió en entrenador de fútbol. Instruyó a las divisiones menores de El Nacional, pero tuvo que dejar ese oficio después de que desapareciera su hijo, Telmo en 2011. Desde entonces ha cruzado el país pegando afiches y pidiendo respuestas a la justicia. Ese camino lo llevó a fundar, junto con otros padres y madres, la primera asociación por los derechos de los desaparecidos en el Ecuador.

Telmo Pacheco es un militar retirado, pero sobre todo futbolista, que no esperó convertirse en uno de los rostros más recientes de la lucha por los derechos de las familias de los desaparecidos en el Ecuador. Lleva ocho años a la espera de que la Justicia le explique qué pasó con su hijo, quien lleva su mismo nombre, y del que no tiene ningún rastro hasta el momento.

El uniforme que vestía distanció al exmilitar de los distintos hitos del retorno a la democracia. Los militares no tenían facultades para votar cuando Jaime Roldós asumió la presidencia de 1979. Recién en 2008, la nueva Constitución les dio el derecho al voto facultativo. Pero hace 40 años, recuerda Telmo, en las filas militares también se respiró esperanza cuando Roldós ganó las elecciones.

 Pero si hubo una época que lo impactó fue el régimen de León Febres Cordero. Telmo nació y creció en el Centro Histórico de Quito. Su padre fue un conocido comerciante del sector. Por eso, Telmo frecuentemente pasaba por la Plaza Grande. Allí vio a Pedro Restrepo, padre de los desaparecidos hermanos Restrepo, hacer plantones ante el Palacio de Gobierno para reclamar justicia. Jamás imaginó que a él le tocaría hacer lo mismo por su hijo décadas después.

“Nos decían que apenas desaparecía una persona, enseguida la buscaban. Eran puras mentiras”

A Telmo le cuesta hablar de la desaparición de su hijo. Se quiebra rápidamente. En su memoria solo hay preguntas sin resolver. Su hijo, también llamado Telmo, siempre avisaba a su familia lo que iba a hacer, hasta para ir a la tienda. Pero un día, sin ninguna explicación, no supieron más de él. Según los indicios que ha recabado la familia, Telmo hijo acudió a Loja para asistir a un retiro religioso en la parroquia Vilcabamba.

En Quito, empezó a realizar plantones. Pero en la Plaza Grande recibió reclamos. “¿Por qué no cuidaron bien a su hijo?”, le decían los transeúntes. “Debe haber estado tomando, debe ser alcohólico o drogadicto”, eran otros comentarios que recibía.

La Fiscalía cerró el caso su hijo en 45 días. El fiscal a cargo le dijo que como Telmo era joven y no tenía ninguna enfermedad seguramente se fue por su cuenta. El padre pidió ayuda organizaciones de derechos humanos para que continúen las investigaciones. “Es cuestión que la familia lo busque”, le dijo la autoridad. El exmilitar recorrió toda la Sierra pegando afiches de su hijo.

Recién a los cinco años de la desaparición de Telmo se hizo la reconstrucción de los hechos en Loja. El fiscal general Galo Chiriboga le dijo que ese un paso importante en ese caso. Pero Pacheco la respondió: “¿cómo va a decir eso? ¡Cómo se puede decir que es dar un paso después de años!”.

A Telmo, reacio a la política, le tocó enfrentarse a las más altas autoridades de la última década.

Antes de desaparecer, el joven Telmo tenía entre sus planes abrir una cafetería en la casa de su padre. Desde el último piso de su casa la vista de la ciudad antigua es impresionante. Se observa la Basílica del Voto Nacional con su estilo neogótico sorprendente. El cielo gris o azul de Quito es un espectáculo. El patio, rodeado de plantas, da a un pequeño departamento. Era la habitación de su hijo desaparecido. Aún está el colchón de su cama y algunas pertenencias.

Esa misma habitación ahora sirve como centro de reuniones para la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec), fundada en el 2012. Telmo fue su presidente y ahora es miembro del directorio. La organización la integran padres y madres que viven la tragedia de no encontrar a sus hijos. Fue la primera de su tipo que se creó en el país.

“A mí me han querido callar. Pero ningún dinero del mundo me devuelve a mi hijo. Hasta nos pegaron en la Plaza Grande”

Su origen se remonta a los plantones que hacían Telmo y otros familiares en la Plaza Grande. Con carteles exigían alguna respuesta, así como lo hizo en su momento Pedro Restrepo. Pero hay otra figura clave en los comienzos de Asfadec. Telmo cuenta que uno de estos padres fue Walter Garzón, padre de Carolina, una joven colombiana que desapareció en Quito. Garzón, que se encontró con un país indolente con los desaparecidos, fue quien los organizó. “Andaba por todo Quito y cuando veía algún cartel de un desaparecido, él se encargaba de llamar a la familia”.

El correísmo fue la época que obligó a Telmo a entrar en un terreno del que siempre huyó: la política. A las puertas de Asfadec tocaron las autoridades y hasta el mismo Rafael Correa para ofrecer soluciones a las demandas de un colectivo de padres que cada vez tomaba fuerza en los medios con sus denuncias. Pero, según Telmo, el gobierno quiso dividirlos.

Asfadec en sus primeros años llegó a tener más de 80 personas. “En una reunión que tuvo Correa con nosotros, él nos dividió. Compró a la gente cuando éramos una organización fuerte. Él, por medio del defensor del Pueblo, Ramiro Rivadeneira, hizo otra asociación”.

La intención quedó revelada cuando Asfadec quiso organizar un evento internacional y traer a las Abuelas de la Plaza de Mayo de Argentina, a las madres de México y organizaciones similares de Centroamérica. Acudieron al Defensor para que la institución cubra los costos de los viajes y hospedaje. Pero Rivadeneira salió a los medios a denunciar que la organización buscaba lucrar.

La habitación de su hijo desaparecido ha servido como lugar de reuniones para Asfadec. Esta organización logró la primera ley para personas desaparecidas en el Ecuador.

“Yo fui de las personas que más protesté, le dije la realidad. Desde el 2011 pedimos que nos den una base de datos de personas NN (sin identificar) en morgues y cementerios, y hasta ahora nada. Correa nos dijo que ya tenían una base de datos de 80.000 huellas dactilares. Pero, ¡somos 16 millones!, le dije. Además no estamos pidiendo eso sino la base de datos de NN. Porque sabemos que hay más de 800 cadáveres NN. Pero siempre nos han dado la vuelta”.

Cuando llegó un nuevo fiscal, Carlos Baca Mancheno, el funcionario ofreció una base de datos de muestras de ADN a la organización. Eso no era lo que buscaba el colectivo. Pacheco no ha dudado en decir lo piensa así su interlocutor sea el más alto funcionario. A Baca, por ejemplo, le dijo que una capacitación de ocho días a los fiscales no sirve de nada. “Yo he hecho 40 cursos para entrenar fútbol e hice una maestría de dos años para entrenar a niños. Y usted me viene que con ocho días un fiscal ya es experto”.

El gobierno Lenín Moreno ha sido otro oyente sordo. Lo conocen desde que era Vicepresidente de Correa. “Él sabe todo por lo que hemos pasado”, sostiene. Las cartas de las familias con desaparecidos han caído en el olvido en el actual gobierno, al igual que en el anterior.

Su labor ha permitido que en Ecuador se tipifique la desaparición como delito y una Ley de Actuación en Casos de Personas Desaparecidas y Extraviadas. Pacheco está consciente que no será beneficiario de esa normativa. Pero le conforta que otras familias tendrán más instrumentos legales para exigir justicia. En su opinión, los parientes de desaparecidos han hecho más por la democracia que cualquier político.

 Pacheco y su esposa en estos últimos años han desarrollado enfermedades. Pero siguen con sus plantones en la Plaza Grande, convertida en símbolo contra el olvido.

Fotos: Luis Argüello
Un exmilitar reacio a la política tuvo que enfrentarse a los más altos funcionarios de los últimos años en busca de respuestas para las familias con desaparecidos. Dice que su lucha y la de otros padres ha aportado a la democracia.