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Pilar Aranda: “Hacemos teatro político por elección, por placer ”

Pilar Aranda
Ciudad de México, 1969

Hija de campesinos. Una de sus nueve hijas, y ese ejército femenino le marcó la vida. Después de su actuación en Como agua para el chocolate (1992), fue nominada como Mejor Actriz de Reparto en la Academia de Cine Mexicano y en la Asociación Nacional de Actores. Rechazó iniciar una carrera en la televisión comercial y se dedicó exclusivamente a la actividad escénica teatral. Cofundadora de Muégano Teatro, ha creado y codirigido obras como Karaoke orquesta vacía, Pequeño ensayo sobre la soledad, Juguete cerca de la violencia. Cofundadora del primer Laboratorio del ITAE, en Guayaquil. Ha participado en festivales en Latinoamérica y Europa. Es docente de la carrera de Creación Teatral, de la Universidad de la Artes. Creadora de las Jornadas Artísticas y Culturales contra la violencia hacia las mujeres. 

Pilar Aranda siempre estuvo cerca del teatro. Aun cuando su debut frente a las cámaras de cine fue auspicioso. En su papel de Chencha, en “Como agua para chocolate” (México, 1992) se ganó el respeto de la audiencia en ese drama, que obtuvo decenas de premios y figura entre las 100 mejores películas mexicanas de todos los tiempos. Ella siempre tuvo el teatro en su corazón, desde la época escolar. Nunca dudó de que ese sería su camino. Estaba en uno de los talleres en Ciudad de México cuando en 1989 conoció a Santiago Roldós, su pareja e hijo del fallecido presidente Jaime Roldós. Santiago había viajado a México, escapando de ese país que le había arrebatado a sus padres, Jaime y Martha Bucaram, el 24 de mayo de 1981, en un accidente aéreo aún no aclarado.  Santiago también estudiaba en una escuela de teatro y ahí se conocieron. Ella hacía teatro desde los 15 años de edad. Como agua… fue su primera vez en el cine y trabajó un año en la grabación. Aunque tuvo algunas importantes ofertas para seguir en la televisión en su país, ella las rechazó. A inicios de los 90 viajó por primera a Guayaquil, al matrimonio de una hermana de Santiago. En 1996 resolvieron vivir en Guayaquil, pero duraron apenas dos años porque Pilar obtuvo una beca de la Agencia Española de Cooperación, y permanecieron en España entre el 98 y el 2004. La beca duraba un año, era en Barcelona, pero se integraron a un proyecto de teatro en Madrid, y ahí vivieron cinco años. Resolvieron volver a Guayaquil en el 2004. Cuando Pilar salió de México para siempre, ella no sentía ni encontraba un lugar que le permitiera tener una perspectiva de creación diferente a la de su país. Las formas de producir en México estaban tan establecidas que era muy difícil salir de las normas de producción artística y actoral. Era un sistema que Pilar define como racista, clasista, jerárquico… Así que salieron a buscar. No sabían qué querían pero sí lo que no querían. Paradójicamente, en España conocieron más del teatro latinoamericano que en México. En Madrid encontraron el espacio de pensamiento y acción de la teatralidad que buscaban hacer. A Pilar fue a quien se le ocurrió que debían regresar a Guayaquil, aunque Santiago no quería terminar su autoexilio afectivo del país que abandonó desde muy joven. Imaginaron el teatro que querían hacer y Guayaquil era el lugar donde lo podían lograr, una ciudad donde el teatro estaba marginado, deslegitimado, donde el teatro grupal de creación colectiva no tenía cabida. Ellos lo harían. Llevaron a Bertold Brecht en el bolsillo. Del alemán habían montado dos obras en Madrid.

“Yo escuchaba en México a los dirigentes indígenas del Ecuador hablar de su lucha y me parecía algo avanzado. Fue algo que me impresionó del país”

En México, cuando recién se conocieron, Santiago le contó la historia de su familia. Y a ella le pareció como un cuento de ficción, una vida de novela. Una cosa que le impresionó grandemente fue el lugar que ocupaban las poblaciones indígenas en el país. A inicios de los 90, el movimiento indígena estaba en plena irrupción política, y eso daría un giro en la sociedad ecuatoriana. Pilar se asombró al ver esos líderes y las acciones del movimiento. En México, ser indígena era sinónimo de una exclusión absoluta. Tenía algo de conocimiento del tema, porque en México ayudó a Martha Roldós, su cuñada, a hacer una serie de transcripciones para su tesis de posgrado. Eran grabaciones de los dirigentes de la Conaie de ese entonces y a Pilar le impresionaron. En el 2004, una vez asentados en el Ecuador, ellos empezarían a trabajar una teatralidad atravesada por la política y la circunstancia de la historia de Santiago. Recuerda la frase “nadie se me baja de la camioneta” en la caída de Abdalá Bucaram (1996) y fueron hitos que empezaron a dictar sus preguntas artísticas y a entender cómo, cada vez más, las respuestas marcaban lo que Pilar empezó a esbozar sobre el teatro que quería hacer: el de las relaciones que se van tejiendo desde la micropolítica a la macropolítica y viceversa. 

El muégano es un dulce mexicano tradicional. Está hecho con trozos de harina fritos, pegados unos a otros con miel. Es una pelota de dulce, compacta y que se despega con mucho trabajo, a mordidas. Ese fue el nombre que adoptó en Madrid el proyecto teatral y vital de Pilar y Santiago y que se consolidó en Guayaquil. Era una forma de creación y producción colectivas. Se trataba de romper el molde y una estructura jerárquica, machista, donde la figura máxima era el director y el productor. Él, nunca ella. Y el resto eran peones. Dinamitar esas estructuras incluso en el habla fue el camino de Muégano Teatro. Dejaron de usar la palabra nosotros para hablar del grupo: se dicen nosotras. Pilar reconoce muchos errores en ese camino, pero también muchos hallazgos. Siempre con la autocrítica por delante. Muégano también significa en México, andar en guango, andar en grupo, en jorga. Eso también significa: radicalizar una forma de producción teatral democrática, colectiva que también posibilite la individualidad.

“Nuestro teatro está atravesado por la política. Eso ha posibilitado ser parte de los procesos democráticos. Estos empezaron a habitar nuestras preguntas artísticas”

Ecuador y Guayaquil no son lo mismo desde hace más de 20 años, los que Pilar tiene contacto con este país. La movida teatral en el Puerto se ha transformado porque hay más gente haciendo teatro y queriendo hacerlo, más allá del tipo de teatralidad. Guayaquil tiene fama de que en ella solo tiene éxito lo frívolo, lo comercial, lo chabacano, pero para Pilar esto no es así. Se tenía esa percepción porque no había posibilidad de diversificar y mostrar un teatro de registro distinto. Ellos fundaron y fueron docentes del Instituto Superior de Artes del Ecuador, ITAE, una escuela de arte que juntó a varias generaciones de jóvenes guayaquileños y los formó con rigurosidad, profesionalismo y amor al oficio. Pilar sintió que en ese proceso se forjó gente con una mirada y una acción distintas para el arte y especialmente para el teatro. Luego se creó la Universidad de las Artes que “a la maldita sea” ha ido caminando, pero que ha posicionado las artes en el Puerto hasta forjar la percepción en la colectividad de que el teatro en Guayaquil es una actividad posible. No solamente digna, sino que además tiene una potencia, y que es necesaria. 

Resistir es la palabra que más usa Pilar para hablar de la pandemia. Del escenario, de las tablas, del lugar fijo que debió quedar en la oscuridad y la incertidumbre, Muégano Teatro pasó al podcast, formato de internet que les ha posibilitado llegar a públicos a los que no podían llegar. Se llama Limbo Radioteatro y es una de las mejores cosas que les ha pasado, dice Pilar, en medio de la pandemia. Lo dice con orgullo porque se quedaron a tres semanas del estreno de una nueva obra, Los cuervos no se peinan, cuando llegó la enfermedad. Resistir, mantener la potencia de su teatralidad, no sucumbir si no prevalecer es la forma en que Pilar concibe la democracia, desde el arte como propuesta y como protesta y como una forma de vivir completamente comprometida con el mundo y la realidad que le ha tocado. 

Muégano se define como un grupo ecuatoriano, originado en México y fundado en Madrid, en el 2000. Hacen teatro político, por elección, por placer y porque creen que no tienen otro remedio. Los articulan el feminismo, el anarquismo épico, la deconstrucción y todo lo que tenga que ver con la disidencia y el juego.

“En estos momentos de crisis, al Estado lo que menos le importa es mantener la cultura y las artes. Somos uno de los sectores más azotados”.

Fotos: Cortesía de Pilar Aranda
Llegó al Ecuador por afecto y por el compromiso con su oficio. Trabaja en una teatralidad sobre los micro y macro poderes. Dirige Muégano Teatro, en Guayaquil.