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Nila Velázquez: “El mayor déficit de estos años es la educación”

Nila Velázquez
Guayaquil, 1938

Ejerció el periodismo en varios medios de comunicación. Fue directora de noticias de Ecuavisa, vicerrectora académica de la Universidad Católica de Guayaquil en dos periodos, dirigió la Fundación El Universo por 18 años, diario donde ahora es editora general. Trabajó en proyectos con Esquel, como “Yo tengo poder”, organizó concursos interbarriales de lectura en Guayaquil. Hizo una serie de documentales sobre temas esenciales para el país, proyecto con el cual recorrió todo el Ecuador compartiendo los sueños y frustraciones de la gente. En su labor al frente de la Fundación capacitó a miles de maestros y estudiantes, durante 18 años. Fue parte del directorio de Esquel.

Ella esperaba con mucho interés, incluso con urgencia lo que se llamó el retorno a la democracia. Pensaba que cualquier cosa podía hacer que fracasara, que el país diera marcha atrás. Se tenía entonces mucho interés por ejercer el derecho al voto, tras casi una década de dictadura y por lo que iba a pasar. 

Nila Velázquez trabajaba entonces en Ecuavisa. Tenía entonces 40 años de edad y una carrera consolidada en la comunicación y en la educación. Se tenía enorme esperanza en esos cambios. Ahora, ella no cree, luego de 40 años, que se haya recuperado la democracia sino el derecho al sufragio. Y que estas cuatro décadas eso es lo que ha ocurrido: se ha seguido ejerciendo el derecho al voto en un sistema electoral y que hay grupos de personas que se organizan alrededor de determinadas personas que tienen liderazgo. Porque ahora ella cree que ni siquiera tenemos partidos políticos, sino apenas grupos que se organizan de acuerdo a ciertas reglas de juego electoral para tener acceso al poder. 

Su vocación fue siempre la comunicación y tiene dos carreras: el periodismo y la educación. Y las ha ejercido en distintos periodos de su vida. Pero en ambos casos, su interés fundamental ha sido que ese ejercicio profesional realmente estuviera al servicio del sujeto al cual está destinado. 

A pesar de que cree en que la educación es el mayor déficit en el periodo que llamamos democrático, esta, si no busca el desarrollo integral del ser humano, no sirve. Es uno de los problemas graves del país. No es mejorar los edificios, tener computadoras o que los maestros aprendan a manejarlas; es formar al ser humano, un ser complejo. Lo que nosotros llamamos educación, con suerte está dirigido a la razón, pero el ser humano no es solo razón: tiene imaginación, afectividad, es una persona social. Todo eso tiene que ser desarrollado y si no hacemos eso no tenemos ciudadanía.

Una prueba de ello, dice Nila, es la sucesión de “mesías” que han gobernado el país. La democracia es una aspiración común y la construimos entre todos. Cuando Nila ha trabajado de maestra esa ha sido su preocupación fundamental. 

En la Fundación El Universo, ella trabajó desde hace mucho. Esta fue creada para trabajar en la educación de periodistas y maestros. Nila terminaba su segundo periodo como vicerrectora académica de la Universidad Católica, y en ese momento Carlos Pérez Perasso, director de El Universo la llamó para pedirle que pusiera en marcha la Fundación, que estaba legalizada pero no había funcionado. Lo aceptó nada más al doblar la esquina del diario. En la Fundación tuvo la oportunidad de unir sus dos vocaciones: el periodismo y la educación. Capacitó maestros y periodistas. A Guayaquil llegaba gente de Loja, Esmeraldas, Manabí… de todo el país a hacer los cursos. La Universidad de Machala programaba todos los meses seminarios en la Fundación e iban a Guayaquil de madrugada y regresaban a Machala en la noche. 

La decisión era que nadie que quisiera ir a los cursos quedaba fuera. Al principio eran gratuitos y muchos se inscribían buscando el certificado. Entonces decidieron que los cursos no fueran gratuitos y tampoco había certificado. Eran baratos. Para los maestros costaban precios simbólicos y para los maestros rurales había becas. Esa devoción por aprender conmovía a Nila, pero desafortunadamente se dio cuenta que no estaban listos para ejercer la profesión del periodismo. Eso fue más evidente en un curso de ocho meses en un programa de canje de deuda Ecuador/España. Los alumnos fueron maestros en ejercicio profesional. Pero con gran pena tuvo que cambiar el proyecto: la hipótesis de que eran profesionales estaba equivocada. Tuvieron que empezar por conocimientos básicos. Cuando Nila Velázquez dice que el mayor déficit de estos 40 años de democracia es la educación, es porque le consta. 

“Las experiencias que he vivido como periodista y educadora son las que me han dado conocimiento del país. A mis dos profesiones les debo muchísimo de lo que soy”

No lo puede probar, pero ella cree que la educación tuvo un deterioro paulatino. Una causa pudo haber sido la desaparición de los colegios normales. Estos preparaban maestros para la escuela primaria. A algún gobernante se le ocurrió que el bachillerato debía ser general. También cree que otra de las causas fue la eliminación de los exámenes de ingreso a la Universidad. Eso significó un crecimiento geométrico en la demanda estudiantil, y no había profesores de calidad suficientes, ni aulas, ni laboratorios. Antes de eso, el profesor universitario, además de ser teóricamente brillante, tenía una experiencia exitosa. Luego llegaron profesores de todo tipo por la masificación estudiantil. También pasó que todo el mundo quería, con derecho, ir a la Universidad. Y el problema, dice Nila, no era tanto como ingresaban sino cómo egresaban. 

Un letrero frente a la Universidad de Guayaquil, demuestra el resultado: “se hacen tesis de grado de todas las carreras en 15 días”. Este ejemplo es analizado por Nila: cuando tienes un tema de tesis tienes un director de tesis, el cual debe hacer un seguimiento y tiene que ir constatando que el graduando haga su trabajo. ¿Cómo es posible que una persona que no hizo su trabajo puede graduarse?

Trabajó 18 años en la Fundación El Universo. Por ahí pasaron 39.693 maestros y 29.202 estudiantes. La mayoría de ellos tenían mucho interés en los talleres de ética periodística. La gente tiene derecho a saber lo que pasa y a saber las cosas como son. Esa fue la divisa con la que trabajó durante sus años de educadora y comunicadora. 

Nila está convencida que el mayor problema de la educación es la formación de los maestros. No cree en ningún proyecto de cambio educativo que no vaya primero a la formación de los maestros. Se puede hacer buena educación debajo de un árbol con buenos maestros, y no se puede hacer buena educación, aún con los más modernos edificios y adelantos tecnológicos, si los maestros no están formados para hacer lo que tienen que hacer. Pero eso parte de lo que creemos que es la educación, y esta es una discusión que el país no ha tenido. Si se cree que la educación es preparar gente para el área tecnológica, se puede preparar un montón de gente para el área tecnológica que sea deshonesta, ociosa, sin sentido de comunidad… ¿Y cómo entonces se hace el país? Se pregunta. 

Ella cree que el tema de la educación, como otros temas esenciales, sigue sin resolverse porque somos incapaces de hacer pactos para afrontar temas esenciales para el país. Cada gobierno, y cada ministro vuelven a empezar porque creen tener la fórmula mágica para cambiar, y en el caso de la educación, los cambios requieren un largo tiempo. El resultado de un trabajo de seis años con un niño se va a ver 18 años después. Y eso en la educación choca con el afán de todos los gobiernos y los políticos por buscar votos, por tanto, quieren que todo lo que hacen sea visible en el corto tiempo. 

Nila vive con esa angustia, porque no se puede construir democracia sin ciudadanos, no se puede. Y los ciudadanos son personas con capacidad crítica, con conocimiento de la realidad del país, con creatividad para imaginar una sociedad diferente, con voluntad para construir esa sociedad que imaginan. Uno puede darse vueltas, el país puede darse vueltas, pero todo lleva a eso.

Fotos: Wladimir Torres
Esta educadora y periodista ha desarrollado su vocación durante décadas. Ella considera que el gran déficit de la democracia es la calidad de la educación.