Luis Andrango: “Lo único vigente es la organización social”
Luis Andrango
Cotacachi, 1979
Luis Andrango Cadena nació el 17 de abril de 1979, en Turuco, en Cotacachi, Imbabura. Estudió Ingeniería en Gerencia y Liderazgo en la Universidad Salesiana. Tiene una especialización en Gestión para el Desarrollo por la Universidad Andina. Fue parte de las juventudes de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (Fenocin) y en el 2008 fue electo presidente nacional de esa organización. Bajo su administración, en 2011, la Fenocin presentó una propuesta de Ley de Tierras a la Asamblea. También fue secretario de la Coordinadora de Organizaciones del Campo Latinoamericana (CLOC). En 2018 fue secretario técnico del Consejo de Igualdad para Pueblos y Nacionalidades. En la actualidad lidera un proyecto de diálogo entre los trabajadores y las autoridades del IESS.
Luis Andrango tiene la misma edad que el retorno a la democracia. Nació en Turuco, una de las 45 comunidades que integran la Unión de Organizaciones Campesinas de Cotacachi (Unorcac). Esa organización se fundó en 1976 en respuesta al asesinato de uno de los dirigentes de una comunidad por un policía. Era una época donde el racismo y la discriminación hacia los pueblos indígenas eran muy fuertes. Es lo que recuerda Luis de las conversaciones con su padre, Segundo, y su tío, Alberto, ambos fundadores de la Unorcac.
Por eso, Luis se involucró desde pequeño en la organización. En su comunidad fue parte de un taller cultural que recuperaba la identidad kichwa. A inicios de los años 80, este pueblo no tenía representación en el Municipio de Cotacachi, pese a ser un cantón de población mayoritariamente indígena. En algunas haciendas aún funcionaba la lógica del huasipungo.
Sus padres votaron por Jaime Roldós por el mensaje de esperanza que dio, aunque este duró muy poco por su prematuro fallecimiento en el accidente aéreo de 1981. Pero ese cambio en la vida nacional significó también el retorno de procesos organizativos. Luis rememora las movilizaciones de los sindicatos de izquierda a los que era cercana la Unorcac.
Para 1988, Luis –a sus 10 años– acompañó en la campaña a su tío Alberto Andrango, quien se convirtió en uno de los primeros concejales indígenas de Cotacachi. Algo que marcó al joven Luis fue ver lo ajeno que era un proceso electoral de las actividades comunitarias. Los indígenas no sabían cómo manejar las papeletas y tenían altos niveles de analfabetismo. Luis fue uno de los niños que esperaba a los votantes en los caminos antes de los recintos electorales para explicarles qué debían hacer en las urnas. Pero la idea del voto secreto e individual también hacía ruido en las comunidades, pues ellas toman decisiones de forma colectiva.
“Los gobiernos han pasado, incluso algunos han sido derrocados, pero lo que ha seguido vigente en los 40 años ha sido la organización social, su fuerza y su reivindicación”

De esos años también recuerda a León Febres Cordero, quien apresó a dirigentes de la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas (FENOC), antecesora de la actual Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (Fenocin). Luis se vinculó a la Fenocin que demandaba el acceso a la tierra y al agua. Esa fue una de las organizaciones que apoyó al levantamiento indígena de 1990.
Si bien la democracia había regresado, en su opinión, estaba dando las espaldas a un actor importante: los indígenas. El levantamiento permitió ver la capacidad de movilización de este sector. Pero también fue la primera vez que el país pudo observar la diversidad de culturas y lenguas. “Ni siquiera los indígenas lo dimensionamos”.
La irrupción del movimiento indígena en la vida social y política del país alcanzó a Luis mientras estudiaba en el colegio. Recuerda que las demandas empezaron a incluir el reconocimiento de la pluriculturalidad y de la plurinacionalidad. Mientras tanto, en Cotacachi, la Unorcac decidió participar en las elecciones para la Alcaldía. Auki Tituaña, quien había regresado de estudiar de Cuba, fue su candidato. En 1996, Tituaña se convirtió en el primer alcalde indígena de Cotacachi.
A finales de los 90, Luis vivió sus años universitarios. Se trasladó a Quito y siguió en las juventudes de la Fenocin. Se hospedó en el local que tenía la organización en la capital. A ese lugar vio llegar al candidato Lucio Gutiérrez, con su traje militar, para pedir respaldo en las elecciones de 2002. Para entonces, la Conaie había comprometido su apoyo al coronel. Gutiérrez ganó la presidencia gracias a las alianzas con el movimiento indígena. Pero pronto las discrepancias políticas con el ex militar derivaron en una ruptura. El día del derrocamiento de Gutiérrez, el universitario salió junto con otros 200 alumnos y profesores más de la sede de Chillogallo de la Universidad Salesiana.
Esa crisis, dice, tuvo un costo político muy fuerte para el movimiento indígena. “Todo el capital político que se había acumulado en la resistencia se vio golpeado por la alianza con Lucio”.
Después de estos episodios, Luis tuvo la oportunidad de ser un testigo en primera fila de la vida política del país. En la campaña para las elecciones presidenciales del 2006, asistió a dos reuniones con la Fenocin. Una de ellas fue con León Roldós, uno de los candidatos a la presidencia que entusiasmaba a la Fenocin por sus raíces socialistas. Pero en la cita les presentó a quien sería su ministro de Agricultura, un empresario guayaquileño representante del sector bananero. Eso generó dudas a la Fenocin, que buscaba impulsar la pequeña y mediana agricultura.
Entonces la organización decidió reunirse con Rafael Correa. En la delegación estuvo Luis. Encontraron a Correa con un libro recién publicado por la Fenocin, llamado ‘Soberanía Alimentaria: una propuesta integral desde el campo’. “Estoy de acuerdo en un 90% con lo que ustedes dicen allí, ¿dónde firmamos el acuerdo?”, les dijo. El joven indígena le impresionó la habilidad del candidato. Pero al final de la reunión, Luis le preguntó cuáles eran los temas con los que no estaba de acuerdo. Eran tres: la prohibición de los transgénicos; la propuesta de favorecer a la agricultura familiar y campesina, más que a la gran agricultura de exportación (sobre esta última Correa dijo que era muy importante) y el control a los agroquímicos.
“La democracia es un esfuerzo por dotar de poder al pueblo donde el ejercicio del gobierno pueda hacerse en función de las necesidades de las grandes mayorías”

A pesar de las tres reservas de Correa, la Fenocin, con Pedro de la Cruz como su líder, le dio su respaldo. De la Cruz ganó un escaño en la Asamblea Constituyente y dejó la Fenocin. Esta eligió a Luis como su nuevo presidente en 2008. Estuvo al frente de la organización hasta el 2013. Dice que desde ese espacio puede describir al régimen de Correa en tres fases.
En el primer momento hubo una relación muy fluida con las organizaciones. Pero en la Asamblea Constituyente se presentaron los primeros desencuentros, por ejemplo, por el Mandato Agrario y el ingreso de transgénicos. En la segunda etapa, la relación entre Correa y los movimientos sociales empezó a fracturarse. Y en el tercer momento se instauró “una política de criminalización de la protesta”. Pero para Luis lo más grave fue la cooptación y división de las organizaciones. Recuerda que durante su paso por la Fenocin hubo hasta tres presidentes.
De Lenín Moreno valora la recuperación del respeto a las diferencias y de la libertad de expresión que fue atropellada por su antecesor. Sin embargo, cree que la crisis económica y el giro a políticas más neoliberales lo pusieron frente a frente con los actores sociales históricos que han pedido lo contrario. Una muestra de ello fueron las protestas de octubre de 2019. “Los gobiernos han pasado, incluso algunos han sido derrocados, pero lo que ha seguido vigente en los 40 años ha sido la organización social, su fuerza y su reivindicación”.
Para el líder indígena, la democracia es la apuesta por consolidar estructuras que respondan a las necesidades históricas del pueblo. “Es un esfuerzo por dotar de poder al pueblo donde el ejercicio del gobierno pueda hacerse en función de las necesidades de las grandes mayorías”. Si alguna lección ha dejado los últimos 40 años, dice, es la fuerza y reivindicación de la organización social. “Son sus principios los que mantienen vigente la esperanza de mejores días”.