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David Larreátegui: “Decisiones políticas provocaron problemas en el IESS”

David Larreátegui
Quito, 1980

Este quiteño es médico internista, con una especialidad en infectología en España, estudió en el colegio San Gabriel y en la Universidad Central del Ecuador. Fue director de Infectología en el hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y actualmente brinda consulta en varios hospitales privados de Quito. Es profesor de Medicina Interna en la Universidad de Las Américas. Se ha posicionado como uno de los expertos nacionales en la lucha contra el VIH y otras enfermedades infecciosas, como la COVID19. Actualmente investiga el impacto de la pandemia del coronavirus entre la población con otras enfermedades crónicas.

Ya desde antes de la pandemia, el médico David Larreátegui siempre estaba corriendo. Su tiempo lo distribuye entre la atención a sus pacientes en hospitales y clínicas de la ciudad de Quito, su cátedra universitaria, su consulta particular y su familia. Su madre fue profesora de bachillerato y su trayectoria vital ha estado asociada, sobre todo, a su profesión de médico y a la docencia universitaria. Desde su ámbito, pasa revista a los avances y retrocesos de estos cuarenta años de vida democrática en el Ecuador. 

El desembarco de la peste de la COVID en nuestro país ha complicado aún más su agenda, pues como todo el cuerpo médico nacional se ocupa a fondo en la lucha contra el nuevo virus que se extiende por todo el mundo. Pero, a pesar de su difícil trajín cotidiano, el médico tiene un momento para comentar los sucesos más importantes de la vida política nacional en estos 40 años de democracia. 

Sus recuerdos más vivos sobre nuestra historia reciente se remontan a su primera adolescencia, cuando los conflictos bélicos con el Perú, en especial, los de 1995, y la firma de la paz en el año 1998, marcaron a buena parte de su generación. 

Larreátegui empezaba recientemente su estudios universitarios cuando se produjeron los fenómenos de inestabilidad que empezaron con la caída de Abdalá Bucaram y los siguientes derrocamientos que tuvieron lugar en el país. 

Pero aunque la política no es su ámbito profesional, Larreátegui cree que la preparación de los legisladores en los últimos años en lugar de mejorar ha decaído, y la calidad de las leyes que tiene el país parece haber disminuido en los últimos 40 años.

“Todo aquel que opinaba en contra podían sacarlo de su trabajo o estigmatizarlo como anticorreísta. Se podían tener graves problemas sociales y laborales solo por opiniones políticas”

La crisis que afectó al país entre 1995 y 2005 y la ola migratoria ecuatoriana es también un hito que el médico recuerda claramente. “Nuestra generación fue una generación que se quedó sin padres. Muchos de nuestros padres debieron migrar para sostener sus familias. Muchos nos quedamos sin padres durante diez o doce años, al cuidado de nuestros abuelos”. Para el médico, uno de los efectos colaterales de esta crisis económica de principio de siglo en Ecuador fue “la pérdida del valor de la familia”. “Ya no hay respeto a las personas, porque nos quedamos sin figuras paternas. Eso también ha marcado la vida de nuestra generación”, explica el galeno. Aunque aclara que sus padres no emigraron, pudo constatar el drama de la desarticulación de las familias de muchos compañeros de colegio y universidad. 

La dolarización la recuerda, sobre todo, como la pérdida de la moneda, un elemento de la cultura y la identidad nacional que fue suprimido al adoptar los dólares de Estados Unidos. Recuerda que creció viendo a los héroes nacionales en los billetes de sucres, y que el recuerdo de estas personas era una nuestra de identidad y cohesión como ecuatorianos. “Cuando salgo al exterior a los congresos médicos y les cuento que en Ecuador no tenemos moneda, muchos colegas se sorprenden de que no tengamos en nuestros billetes esos elementos básicos de identidad e historia que todos los países tienen”. 

Pero luego vivimos un marcado contraste: del caos político a una “cuasi dictatura” durante la era correísta: “se vivió un tiempo en donde no había cómo opinar”, recuerda el médico, al comentar el periodo de partido único que impuso la Revolución ciudadana de Rafael Correa. Empezó a pasar que “todo aquel que opinaba en contra podían sacarlo de su trabajo o estigmatizarlo como anticorreísta. Se podían tener graves problemas sociales y laborales solo por opiniones políticas”, rememora. 

Como médico y docente universitario, que es su ámbito profesional, Larreátegui ha visto los cambios de una universidad de libre ingreso a otra que se convirtió en un sistema cada vez más excluyente, aunque, de todas formas, ya muchas personas abandonaban sus estudios sin terminar. “En mi generación entramos 3800 a medicina y nos graduamos 250”, recuerda, y le sorprende el contraste entre esa liberalidad del pasado para ingresar y la serie de limitaciones que hoy se mantienen para que los jóvenes puedan estudiar. “Hay miles de jóvenes que no pueden pasar un examen. Eso ha hecho que las universidades privadas hayan prosperado. Creo que puede haber un retroceso en el liderazgo de las universidades públicas y por eso las universidades privadas están tomando la batuta”, estima. Larreátegui ha sido docente de Medicina en una universidad privada durante doce años, y piensa que en ese periodo el conocimiento básico de los estudiantes sobre el país, sus costumbres o su cultura es mínimo. 

“La atención médica en la Seguridad Social sobre todo empeoró con las decisiones de los políticos. Se volvió más complejo que un afiliado pueda llegar a recibir atención especializada”

David Larreátegui hizo la mayor parte de su carrera en la Seguridad Social. De ahí que conozca de cerca el funcionamiento de sus sistemas médicos. Pudo atestiguar cómo las reformas introducidas en la última década aumentaron de tal forma el número de pacientes en los hospitales del IESS, que la pandemia los encontró ya saturados. “El número de pacientes se duplicó o triplicó mientras yo trabajaba en el IESS, por medio de leyes que se hicieron sin ningún sentido”, explica el galeno. 

“De un día para otro los pacientes pasaron de 20 a 100 de golpe. Nadie estaba preparado, y esas decisiones políticas provocaron los problemas en el IESS”, recuerda Larreátegui, quien destaca como la causa de este problema que muchas personas que no eran afiliadas como los hijos de los aportantes y otros empezaron a saturar el sistema hospitalario. Y esto ya ocurría antes de la pandemia, por lo que el ataque de la peste encontró al IESS con graves dificultades para brindar atención.

“La carga laboral se duplicó a ocho horas, con un número de consultas bastante intenso y una sobrecarga laboral. La evaluación médica empezó a centrarse en cantidad de atenciones y no en calidad, se espera que los médicos atiendan miles de personas pero no se analiza si lo hacen bien”, explica Larreátegui. 

“Hubo un cambio de la evaluación por calidad a la de la cantidad. A los números de atenciones por sobretodo y esto se produjo en los últimos diez años”, dice. 

“La atención médica en la Seguridad Social sobre todo empeoró con la decisiones de los políticos. Se volvió más complejo que un afiliado pueda llegar a recibir atención especializada”, dice el médico. Otras cosas, sin embargo, sí han sido positivas, como la definición de los estamentos de atención y la realización de triajes médicos. “Es necesaria una auditoría en salud sobre el uso de los hospitales. Eso se no hace, también, porque los médicos no queremos que se evidencien nuestros errores, y creo que debemos mejorar la calidad de la atención en salud”.

“Hasta lo que pasó en octubre de 2019 llegué a tener miedo de la situación en el país. La falta de respeto a las instituciones y las personas evidencia que hemos perdido los valores de la nación”, cree el médico. 

Pero a pesar de todo, Larreátegui sostiene que muchas cosas de la identidad nacional se mantienen. “Seguimos siendo gente buena, alegre y bondadosa, que vive en un país hermoso y con una forma de ser que nos distingue a pesar de los golpes que nuestra identidad ha sufrido en las últimas décadas.

Fotos: Luis Argüello
El médico internista tiene cuarenta años, pues nació a inicios de la actual era democrática. Destaca el impacto de algunos hechos políticos en la medicina y en su carrera.