David Fajardo: “En Ecuador tenemos una institucionalidad débil”
David Fajardo
Cuenca, 1994
Este joven abogado cuencano de 25 años, está por terminar su carrera en la Universidad de Cuenca. Desde los 15 años ha hecho activismo ecológico y ha participado en espacios como Yasunidos, el Cabildo por el Agua de Cuenca, Cuencanos por el Cajas, y en un estudio jurídico dedicado a ese ámbito que ha formado con sus compañeros de universidad para la defensa de los derechos humanos, en aspectos como la diversidad sexual y de género, así como en los derechos sexuales y reproductivos. Cree que lo más destacable de este periodo democrático es que la Constitución de Montecristi estableció los derechos de la naturaleza y una nueva conciencia social sobre el ambiente en el país.
Cuando David Fajardo era pequeño, soñaba con ser “cazador de cazadores”. Desde pequeño leía los reportajes de National Geographic la gran revista internacional que describe el mundo y la naturaleza. Este joven cuencano quería ser fotógrafo, biólogo y conservacionista, y desde niño, se sintió comprometido con los derechos de la naturaleza. Antes de los 16 años, cuando en su adolescencia inició su activismo ecológico, había ya formado su convicción más profunda: la “ética ecológica” que define como la convicción de que los seres humanos somos iguales al resto de seres de la naturaleza. “Mi sueño era ser cazador de cazadores, viajar por todo el mundo cazando a esos cazadores que mataban a los animales”… “Quería ser fotógrafo de National Geographic, ser biólogo y veterinario para trabajar con los animales”, rememora.
Durante su paso por el colegio Borja de Cuenca, un colegio confesional católico, fue formando su conciencia política y decidió que lo mejor que podía hacer para cambiar e influir en la sociedad era estudiar leyes, por lo que se inscribió en la Universidad de Cuenca, en donde está próximo a terminar su carrera de Derecho. Así fue como abandonó su sueño de cazar a los cazadores y más bien se enfocó en promover cambios estructurales que faciliten la relación entre los ecuatorianos y el ambiente en el que nos desenvolvemos.
“En Ecuador tenemos una institucionalidad débil y vulnerable a la crisis ecológica y climática global, como la destrucción del páramo”

El joven vive con su familia en un sector de las afueras de la capital azuaya, en donde comparte su espacio con dos perros adoptados -prefiere decir que “vive” con dos canes y no que los “tiene”- aclara, porque sus convicciones le dictan que los animales no son meras posesiones de los hombres. En su cama duerme con dos perros medianos mientras realiza algunos de sus pasatiempos, como cosechar productos en su propia parcela en su casa o preparar pipas de madera, pues le gusta fumar un tabaco típico de Vilcabamba, el valle de la longevidad de Loja, llamado Chamico.
Desde los 15 años ha hecho activismo ecológico y ha participado en espacios como Yasunidos, el Cabildo por el Agua de Cuenca, Cuencanos por el Cajas, y en un estudio jurídico dedicado a ese ámbito que ha formado con sus compañeros de universidad, en donde se han enfocado sobre todo en el ámbito de los derechos humanos.
Cree que su activismo ha pasado por varias etapas. En un principio, participó en procesos más institucionales, como cuando asistió a conferencias relacionadas con la transición entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio a los Objetivos de Desarrollo Sostenibles en la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. Pero una vez ahí, se encontró con que las agendas ya estaban definidas por los diplomáticos internacionales y los funcionarios de los estados, que poco atendieron a las inquietudes de los jóvenes que habían invitado.
“Desde pequeño sentía una profunda animadversión contra la violencia contra otros seres como los perros o los gatos, eso con el tiempo se convirtió en ser un activista ecologista”
A los 19 años se involucró con otras iniciativas, como Yasunidos, en donde se sumó a la recolección de firmas para la consulta popular sobre el Yasuní, que el Consejo Nacional Electoral no aprobó por supuestos problemas de las firmas. Ahí descubrió que la “institucionalidad sirve a quienes construyen esa misma institucionalidad, que son quienes ejercen el poder económico y político”. Al mismo tiempo, fue estructurando, ya en la universidad, su pensamiento en el marco de algunas categorías marxistas, y comprendió la diferencia entre la participación ciudadana y la participación institucional. “Desde ahí me acerqué a proyectos sociales más de base, como Yasunidos, el Cabildo por el Agua y otras iniciativas”.
Aunque en 1998 se firmó la paz con el Perú, cuando David tenía solo cinco años, aún recuerda vivamente las tensiones con el país vecino. La familia de su madre proviene de Victoria del Portete, la localidad más cercana al campo de la Batalla de Tarqui y su abuelo fue militar. Recuerda que en Cuenca el nacionalismo antiperuano era especialmente fuerte. “Ellos eran los enemigos, los malos que querían quitarnos nuestro territorio y que siempre volvían con las mismas intenciones”. El conflicto estaba por terminar con la Paz de Brasilia, pero el joven recuerda que en su ciudad algunos rechazaban la posible firma de la paz con el Perú. “Me acuerdo que aún en mi infancia decirle peruano a alguien era insultarle, y perucho era un insulto”, como recuerdo de los conflictos pasados con los vecinos del sur. Recuerda especialmente la presencia de los indígenas shuar en las filas del Ejército ecuatoriano, aunque reprocha que ello no significó una mayor inclusión de los indígenas del sur del país.
A la paz le siguió una época de inestabilidad. Y el joven se enfocó en analizar los discursos de los políticos durante la época de derrocamientos y golpes de Estado previos al correato. Recuerda que en esos años empezó a identificar las diferencias entre la izquierda y la derecha, así como notó que la agenda de la conservación ecológica era muy escasa. Uno de sus abuelos, quien fue dirigente sindical y militante de la izquierda, le orientó en su formación política.
“La institucionalidad sirve a quienes construyen esa misma institucionalidad, que son quienes ejercen el poder económico y político”

Era también muy pequeño cuando ocurrió la crisis de 1999 que condujo a la dolarización. Pero recibía dinero por ayudar a su abuela en su negocio. Y las cantidades que el pequeño recibía -las gastaba en cualquier cosa en la tienda- empezaron a no alcanzar para nada. Y ahí descubrió que la moneda nacional había empezado a dejar de tener valor, mientras fue paulatinamente reemplazada por los billetes verdes de Estados Unidos.
Para 2005, recuerda también vivamente la caída de Lucio Gutiérrez. Mientras el ex presidente era evacuado de Palacio en un helicóptero, le impresionó la movilización social que provocó ese derrocamiento, liderado por los autodenominados “forajidos”.
Luego vino el correato. Y su primer voto fue por Rafael Correa, pues había seguido el proceso constituyente de 2008 y se había identificado con temas como los derechos de la naturaleza presentes en la Carta Magna de Montecristi. Como muchas personas de su generación, creció prácticamente durante el correato y destaca los esfuerzos de fortalecimiento del Estado realizados durante el gobierno pasado. Pero desde los primeros días, cuando la izquierda y figuras como Alberto Acosta se apartaron del correísmo, el joven sintió que algo andaba mal en el corazón mismo del correato. Para cuando el ex presidente dejó el poder, en 2017, no le quedaban dudas de la deriva hacia la derecha, la explotación de los recursos naturales y el neoliberalismo que sería simplemente continuado por Lenin Moreno.
Lo más negativo de los tiempos que nos ha tocado vivir, señala el joven, han sido nuestra incapacidad de transformar nuestra sociedad hacia una relación más cercana con la naturaleza. “A pesar de la gran cantidad de información que tenemos ahora por medio de internet, no hemos podido evitar la catástrofe ambiental que puede resultar de la alteración de la tierra. En Ecuador tenemos una institucionalidad débil y vulnerable a la crisis ecológica y climática global, como la destrucción del páramo”, concluye.